No
sabremos jamás
cómo tocaba
Mozart
ni
seremos árboles,
cielo, tigres
o lluvia
de estrellas
el
devenir
nos está
vedado
sólo el
que pelee
consigo
mismo
desde el
sueño
al
desayuno
quizá se
acerque
al
intento de ser
alguien
propio
y
comprenda
determinadas
cosas:
un
aleteo vibrando
el
alcance de una mirada
la
alegría del silencio
un
desplazamiento
que
parece inamovible
y acaso
el escalofrío
que
produce la muerte
cuando
nos respira
en el
costado.
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