domingo, 3 de noviembre de 2013

OTRA VIOLENCIA. OTRA IRRACIONALIDAD. OTRAS VÍCTIMAS



Las víctimas han vuelto  al primer plano de la actualidad a raíz de la sentencia de Estrasburgo sobre la llamada Doctrina Parot. Desde el Gobierno y los medios afines se han lanzado a una campaña de desprestigio de los miembros de ese tribunal, con la habitual y proverbial mala sangre de los que no tienen problemas de conciencia para hacer política de la peor estofa a costa del sufrimiento de los demás...

Así que se ha puesto sobre el tapete el dolor de las víctimas y la solidaridad que merecen... Bien, llegados a este punto aceptemos el reto y hablemos de ellas con la frialdad de los datos como referencia: El caso es que desde el 28 de junio de 1960, el terrorismo etarra ha asesinado a 857 personas, muertes que suponen una media de 16’1 homicidios al año. Evidentemente es incuestionable el dolor subyacente, pero sin embargo, hay otras víctimas que no parecen contar tanto, volvamos a las cifras: Tan sólo desde 2003 (año en que se unifican las estadísticas por violencia de género) hasta finales de 2012, han sido asesinadas en España 658 mujeres en el ámbito de la relación de pareja, es decir, 65’8 homicidios de media anual. En los cinco últimos años el terrorismo ha matado a 12 personas, mientras que la violencia de género ha acabado con la vida de 318 mujeres. Terrible, ¿verdad?

Pues a pesar de una realidad tan objetiva e incuestionable como es la violencia de género y sus víctimas, hay una cierta percepción de que no existe conciencia de la gravedad del problema en su conjunto, e incluso existe un sector de lo inaudito que se aferra al tópico de las supuestas ‘denuncias falsas’ para ponerle relatividad al asunto a pesar de que el machismo seguirá matando a mujeres aún durante mucho tiempo. El terrorismo siempre se ha considerado como una amenaza para la democracia, posición que todos entendemos y sumamente fácil de utilizar por los demagogos al uso, que se niegan en banda a aceptar cualquier tipo de negociación para enterrar ese tipo de violencia de manera definitiva incluso después de que la banda terrorista haya dejado de matar hace dos años: cualquier referencia a pactos puede acabar con el que enarbole la idea ardiendo en la hoguera de la derecha mediática. Pero llegados al punto de esa misma lógica, resulta aún más incomprensible el contrasentido de la distancia y el desinterés respecto a la violencia que sufren las mujeres. Porque con el Partido Popular al frente de las instituciones y la Cruzada del Ejecutivo a favor de los recortes sociales, han quedado en pañales los mecanismos de protección a las damnificadas, como si ese dolor no contase en el rédito de los beneficios electorales.  Recordemos que la democracia no es el ejercicio del voto cada cierto tiempo, sino el reconocimiento y la protección de unos valores que articulan la convivencia, permitiendo la participación de la ciudadanía  sobre esas referencias basadas en los Derechos Humanos. Todo lo demás son conceptos vacíos y palabrerías huecas.  

La situación es clara, las estadísticas indican que hay 600.000 mujeres que sufren violencia por parte de los hombres con los que mantienen o han mantenido una relación de pareja y hay una media de 65 asesinatos cada año. Ese es uno de los marcos donde se desarrolla nuestra convivencia y que aglutina a una parte de la población cada vez más desamparada, por la que ni siquiera los que tienen el deber de protegerla son capaces de derramar lágrimas de cocodrilo.  El terrorismo se ha presentado como la gran amenaza porque ataca la estructura del sistema, sus acciones son fácilmente presentables con el dramatismo de la barbarie y nos convierte a todos en posibles víctimas. En cambio, el drama de la violencia contra las mujeres aún está condicionado por las referencias tradicionales sobre su lugar en el mundo como esposas y madres y aparece matizado con el cuentagotas de la muerte individual que lo hace menos visible.


Volvamos a las cifras, que en este caso sí que tienen un valor intrínseco y transparente: En los últimos 5 años ETA ha matado a 12 personas, mientras que a partir de la violencia de género han muerto 357 mujeres. Por eso sorprende la actitud de algunos ante la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y la reacción que ha llevado a dirigir sus miradas a Estrasburgo para cuestionar la aplicación de la ley más allá del dolor comprensible de las víctimas. Y mientras, en el espeluznante callejón del día a día, las miradas se pierden en el vacío ante la indiferencia del poder sobre la realidad de la violencia de género y el sufrimiento de sus muchas víctimas que, estas sí, se encuentran a la intemperie cada vez más solas y abandonadas a su suerte.



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