jueves, 21 de julio de 2011

JOSÉ BONO O LA VERGÜENZA DEL PARLAMENTO



Cuando se opina públicamente de algo, es necesario previamente haber meditado mucho al asunto. Resulta aconsejable actuar así desde una tribuna pública, porque es importante razonar los hechos para que se entienda nuestro análisis y la consiguiente opinión que nos suscitan, más allá de que se esté o no de acuerdo con ella... Hoy confieso que me he saltado la norma y escribo a vuela pluma para dar rienda suelta al sentimiento de indignación que me embarga. Pero lo sucedido lo considero de tal gravedad, me ha soliviantado de tal manera, que es imposible dejarlo pasar sin entrar a saco. Cuando desde tantos sectores políticos y sociales se ha aprovechado este 18 de julio pasado en que se conmemoraba el 75 aniversario del comienzo de nuestra guerra civil para condenar una vez más al golpe de estado militar que la produjo, desde la institución en que se supone está depositada la soberanía popular elegida democráticamente en las urnas no se ha condenado el hecho.

Algo no está funcionando bien en esta democracia para que tantos años después, el Congreso de los Diputados sea incapaz de condenar el golpe militar que nos llevó a la guerra y que condujo a una dictadura brutal de casi cuatro décadas. Una iniciativa de IU e ICV para que esa condena se formalizara en el pleno, quedó convertida en una declaración de apenas medio folio que el presidente de la Cámara, José Bono, leyó en el hemiciclo y en la que utiliza, de manera descontextualizada, un párrafo de un hermoso discurso de Manuel Azaña para eludir cualquier referencia a la sublevación en aras de una pretendida necesidad de reconciliación.

Flaco favor nos ha hecho Bono con su reprobable actitud. De una tajada ha llenado de oprobio y vergüenza la institución que representa, ha despreciado la memoria de las miles de víctimas de la represión, y ha obviado el respeto que merecen los restos de los que yacen en cientos de fosas comunes en paraderos desconocidos porque a estas alturas aún no se ha tenido el valor y la decencia de buscarlos. Y aunque este no puede ser en pleno 2011 un tema partidista, puedo imaginar lo que sentirán los familiares de tantos socialistas que también cayeron defendiendo la democracia y la república con lo sucedido en el Parlamento...

Incluso se ha vejado la memoria de Manual Azaña, puesto que el discurso a que hizo mención Bono data de julio de 1938, cuando la República se desmoronaba ante el empuje del ejército rebelde apoyado por Hitler y Mussolini. Frente a quienes abogaban por resistir, Azaña aspiraba a una mediación que pusiera fin a la contienda. Por ese motivo –y por su carácter humanista– hacía especial hincapié en la piedad y el perdón con independencia de quién ganase la guerra.

Seguir usando a estas alturas ese discurso de 1938, con el conocimiento que tenemos de lo sucedido en la posguerra sobre la ‘piedad’ y el perdón’ que aplicó la dictadura, resulta ofensivo para las víctimas del franquismo, miles de las cuales siguen abandonadas en las cunetas de los caminos. Equiparar como hace Bono los ideales de los dos bandos enfrentados es una ofensa inadmisible, viniendo de alguien que preside el Congreso de los Diputados. El propio Azaña, pese al difícil equilibrio que mantuvo en su discurso, señaló que ‘ningún credo político tiene derecho, para conquistar el poder, a someter a su país al horrendo martirio que está sufriendo España’.

La concordia no debería estar reñida con la verdad y la justicia. Si no es así, de nada nos vale. Y si verdaderamente preocupa en las instancias oficialistas la salud democrática en este país, más allá del ansia regeneradora que se está demostrando en la calle, D. José Bono debería dimitir de su cargo o ser cesado fulminantemente del mismo. Hasta que eso no ocurra, el Parlamento español no recuperará la dignidad perdida.

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