viernes, 30 de octubre de 2009

ESCRIBIR POESÍA


Escribir poesía de manera habitual es una tarea diferente al resto de los géneros literarios, y no me estoy refiriendo al contenido, sino al esfuerzo intelectual que le supone al autor. Una novela o un ensayo significa tiempo por delante escribiendo concentrado en un tema, con la posibilidad de desarrollar la trama con paciencia, corrigiendo, aportando los matices que en las sucesivas lecturas del manuscrito se descubren como necesarios.
El proceso es diferente cuando se trata de poesía: Escribir un poema es un proceso corto en el tiempo, que obliga a darle el equilibrio justo en cuanto a tamaño y tono empleado, en relación al tema tratado. A veces bastan unas pocas palabras y otras se necesita alargarlo con el fin de transmitir el mensaje que se pretende. Solventar cuándo está terminado un poema es una de las decisiones más difíciles que ha de tomar su creador.
La cosa no es nada fácil tampoco a la hora de buscar cuestiones sobre las que escribir. En realidad en ese punto la originalidad no existe, porque todo ha sido escrito ya anteriormente. Además, uno escribe sobre lo que le interesa y la nómina de posibilidades, desde esa opción, se ve bastante reducida. Queda entonces el toque personal, la manera de enfocar el tema en el papel, y la sapiencia para despertar emociones en el lector. Es ahí donde debemos buscar la particularidad de cada uno.
Más complicado se pone cuando ya no hablamos de un poema, sino de un libro. La decisión es delicada, porque los poemarios básicamente son de dos tipos: Los que presentan una gran variedad de temas, que vienen a ser un compendio de lo escrito durante un determinado tiempo por el poeta, y los que ven la luz abordando uno en concreto, desarrollando las posibilidades poéticas que este representa. La solución no es tan sencilla:
En los primeros, porque puedes transmitir la sensación al lector de que los poemas no forman parte de una unidad, lo que le resta continuidad al conjunto y se te puede deshacer entre los dedos. Muchos lectores, que se han formado básicamente en la novela, no asimilan bien estar saltando continuamente de un argumento a otro, y eso puede llevarlos a cansarse de lo que leen.
En los segundos, porque una vez elegido el fondo, es complicadísimo conseguir que en el cuarto o quinto poema, el autor no esté dando la impresión de repetirse, hablando siempre de lo mismo. De nuevo ha de aparecer el equilibrio, una carga a veces muy pesada: En un libro de estas características, cada poema ha de ser una historia por sí mismo, y a la vez ha de quedar engarzado de la manera más armónica posible en la totalidad.
En mi caso particular, muy pocas veces escribo por anticipado pensando en el próximo libro, porque sé lo agotador que puede llegar a ser el proceso de parirlo. Sólo cuando he llegado a reunir un volumen significativo de trabajo hago un repaso de los contenidos para comprobar si hay algún tema que se signifique sobre los demás. Probablemente, ese será el elegido. Luego se complementa con nuevos poemas, para darle un sentido coherente a la totalidad. Imagino que recetas hay muchas, pero por el momento con esa puedo ir tirando...
Ahora mismo ando de lleno metido en un lío semejante: Publicar un monográfico sobre los sentimientos que me despierta el lugar donde vivo, mi isla, Tenerife. Sería genial tener alguien que se ocupase de la pesada carga que supone ‘construir el libro’, para dedicarme simplemente a escribir, que es con lo que disfruto. Pero tengo días por delante en los que habré de recopilar los poemas, repasar uno por uno los contenidos y rectificar lo que corresponda, meditar sobre una especie de guión que los unifique de alguna forma, idear una presentación razonable y atractiva, decidir el título... Me cabrearé conmigo mismo, y en más de una ocasión con los que tenga cerca, dormiré mal por las noches y andaré dándole vueltas todo el día al asunto hasta acabarlo.
Va a pasar, es inevitable. Lo sé porque lo he vivido en cada uno de los libros anteriores. Pero si piensan que me estoy quejando, están muy equivocados. Compensa ver cómo va tomando forma, y sobre todo el resultado final: La primera vez que tienes un ejemplar entre las manos, las sensaciones son indescriptibles. Quizás las mujeres lo comprendan mejor, porque debe ser como parir un hijo.
Y luego, una vez que el círculo se ha cerrado y emocionalmente estás en otras cosas, el libro llega hasta los escasos lectores que se acercan al género cuando ya forma parte de tu pasado y has desconectado: Toca vuelta atrás para descubrir si para ellos el resultado vale la pena, o has metido la pata hasta el fondo: No me digan que publicar poesía no es un ejercicio de masoquismo... Quizás sea por eso por lo que algunos dicen que para ser poeta hay que estar un poco loco.

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