viernes, 22 de febrero de 2008

DESPIERTOS

Me sorprendí aquella noche
en que tus senos
eran la almohada de mi deseo.
Un jardín se despertó en mi pecho,
los dedos del viento
arrancaron su cercado
mientras te miraba atento,
adormecido ya el sexo
en un nido de sábanas revueltas.
Sentí como la hierba y las flores
se estremecían
en algún recóndito lugar
de la memoria del mundo,
y no quise permitir que tus párpados
fueran vencidos por el sueño,
mientras sentía
que en mi interior atronaba la vida
provocando la danza del viento y la lluvia.
Los relojes pararon el tiempo
cuando mi mano rondó tu seno,
y me miraste, primero adormecida,
luego fuiste encendiendo una luz
que condujo mi sorpresa
hasta el amor que me hacías
con los ojos, penetración del alma
sin espasmos ni jadeos,
en una serena llamada,
que se me quedó grabada muy adentro.
Mi corazón aprendió a navegar
por las olas de tu alma,
adormecido ya el sexo,
pero bien despiertos los sentimientos.
Fue entonces cuando descubrí
que la realidad imponía
su implacable Ley a los sueños,
y los espejos restablecieron
la inmensa soledad de la habitación,
mientras las últimas gotas de sangre
se esparcían por el piso...

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