domingo, 6 de enero de 2008

EL SABOR DE LA INOCENCIA


Hoy me dejé inundar de niñez
contemplando pequeños rostros
llenos de esperanza, inocencia,
nervios e ilusión inquebrantable.
Supliqué porque en ese instante
se eternizara un color diferente
y me restituyera la fe infantil,
que hacía realidad todo paradigma
de mitos, tradiciones y leyendas.
Me quité las arrugas de los ojos,
arrojé lejos el dolor de mil huellas;
y sus partículas contaminadas
se esfumaron entre las palabras
de la carta que un niño escribía
con limpio cariño y eterna devoción
a tres rostros coronados de magia.
Las contradicciones son para mañana:
He recordado el sabor de la inocencia,
y agradezco ese inestimable detalle
a la generosidad de los Magos de Oriente.

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