martes, 13 de noviembre de 2007

FLORES Y OLAS

Imagen: Entre olas, de Alfred Gockel
Estaba orgullosa de su establecimiento. Nadie había dado un duro por la idea, a todos las pareció estrafalaria. Pero el caso es que había cuajado y le permitía vivir sin demasiados problemas económicos. En ella pudo conjugar las dos pasiones de su vida: Las flores y el surf: Ventajas de vivir junto a la playa. Ni siquiera los bancos apostaron por la locura de montar una tienda donde vender flores y productos para surferos: Decían que no tenía ni pies ni cabeza: era como querer mezclar agua y aceite. Pero las dificultades no la hicieron desistir, recurrió a familiares y amigos. No cejó hasta ver cumplido su sueño convertido en un pequeño comercio en pleno paseo marítimo, dividido en dos zonas claramente definidas: En una se podían encontrar toda clase de utilidades para los amantes de las olas, y la otra era un pequeño paraíso donde las plantas y las flores despedían un aroma que embellecía el aire de los alrededores. Cuatro años ya, en los que el negocio fue prosperando, hasta convertirse en un clásico de aquella zona. Hasta llegaron a hacerle un reportaje en el periódico local, del que guardaba como recuerdo una foto enmarcada, en la que se la veía sonriente, entre una tabla de surf y un enorme ramo de rosas...

Había sido un día caluroso, y estaba ansiosa por echarse al mar. Le gustaba aquellos momentos del atardecer, en los que se acercaba la hora del cierre: Lo recogía todo, limpiaba un poco, agarraba su tabla y salía corriendo en dirección a un mar que la esperaba impaciente. Aún seguía dándole vueltas a lo ocurrido con la última venta, en la que el cliente encargó el ramo más hermoso que había preparado en mucho tiempo. Le asombró que alguien pudiera gastarse ese montón de dinero y sintió verdadera envidia por la chica a quien estuviese destinado. Se fijó en él porque también cogía olas. Había aparecido hacía unos tres meses y en más de una ocasión llegó a entrar en la tienda, siempre para mirar indeciso las distintas combinaciones de flores expuestas que siempre preparaba de antemano. Esta vez se había decidido... Parecía una persona agradable y educada, le encandilaba ese aire de timidez que desprendía... En fin, que mejor no andarse por las ramas. Se estaba haciendo tarde, aún no había recogido y se moría de ganas por tirarse al agua...

Después de barrer se dirigió a la papelera y al vaciarla encontró un montón de proyectos de tarjetas que los clientes escribían para acompañar los ramos que adquirían. Siempre pasaba igual: Cambiaban una y otra vez el texto, hasta que era ella la que en último momento les aconsejaba el mejor. Después se las encontraba allí, deseando ser alguna vez la destinataria de uno de aquellos regalos... La soledad se hacía sentir cuando pensaba en que era siempre la que los vendía, nunca la destinataria. Pero leer esos textos preparados con tanto cariño, le confirmaba que el amor existía. Quizás un día... Sí. Puede que algún día... Como por inercia empezó a leer las tarjetas, emocionada...:

“No quiero que me digas que me amas, no quiero que me digas que me quieres, sólo di mi nombre en ese momento y pensaré que al menos ese instante fue mío”.

“Elena: Ya no sabes quien eres, ni te acuerdas de mi. Pero 40 años juntos son muchos. Yo cuidaré de ti y seré la memoria de los dos, como tu has sido todos estos años mi corazón”.

"Para Paco, de Jose: la niña viene de China mañana. Enhorabuena, Papá”.

“Tq mucho más de lo que nunca pensé quererte”

"Perdona lo de anoche. No volverá a suceder. Espero que salgas del hospital pronto. Perdóname, ya sabes que te quiero. Es el jodido alcohol, que saca lo peor de mí. Pero esta es la última vez”.

"En Ecuador las flores eran más bonitas. ¿Nos volvemos?"
"Para José, de Paco: La niña viene mañana de China. Ya somos una familia. Ahora no hay pretextos para la boda ”

"Cada vez que te veo en el puesto del mercado me dan ganas de comer más fruta. ¿No Te extraña que vaya dos veces al día a comprar”. Fdo: Pepe.
"¿Si algún día abro la cortina desde donde te miro, me saludarás?”. Un enamorado.

"Mándame a la mierda si quieres luego, pero al menos pruébame".
"Muchos años mandándote flores. Y espero que muchos más. Tantos como momentos de felicidad me has dado”

"Quiero enamorarte con el suave viento, gratis y fresco, de mi abanico de cristal"

"Por favor, dime que puede tener él que no tenga yo"
"El mejor ramo para la más bella flor de la floristería"

Se quedó parada al leer esto último. No entendía. ¿Acaso se refería a ella? Dirigió la mirada hacia la puerta, y allí estaba, con una tabla de surf en un brazo y el ramo más hermoso que había salido de aquella tienda en la otra mano.

- Cuanto me ha costado armarme de valor para darte algo así- le dijo. -Aunque tengo que reconocer que nunca he encontrado en tu tienda un ramo de flores que te haga justicia.

Seguía sin poder contestarle. Fue entonces cuando se acercó, le entregó el ramo y le susurró al oído:

-Mi vida siempre ha sido vagar solo por el mundo cogiendo olas. Hasta que llegué aquí y te vi por primera vez. Dos cosas cambiaron: Me cansé de estar solo y quise, por encima de todas las cosas, tener todo el tiempo del mundo para atrapar olas contigo.-

-¿A qué estamos esperando, entonces? La tienda ya está cerrada...-

No hay comentarios: