viernes, 17 de agosto de 2007

RESPONSABILIDADES E INDIFERENCIAS


¿Por que será que siempre que la vida quiere ensayar una sonrisa, hacemos algo que nos devuelve a la realidad de un tiempo que sabe a lágrimas, a causa de una riada de odios originados siempre por los oscuros intereses económicos o de poder de unos pocos? Viene esto a cuenta por el estremecimiento que siempre nos recorre la espina dorsal cuando la madre naturaleza se desata, como ha ocurrido ahora con el terremoto de Perú. Un temor ancestral nos invade ante fuerzas que no podemos controlar, pero que distinto cuando somos nosotros mismos (en realidad casi siempre somos nosotros), los causantes de tragedias que parecen no tener fin. Imágenes de sangrientos atentados, guerras que nunca acaban, vídeos con asesinatos atroces, secuestros..., son el pan de nuestra maldad de cada día. Y, asombrosamente, ya lo aceptamos con la indiferencia que da la resignación.
Lo cierto es que los males de la humanidad dependen en gran medida del hombre mismo. Por ello es necesario una seria reflexión sobre la culpabilidad, no podemos esconder la cabeza como los avestruces, o lavarnos las manos de nuestra responsabilidad mirando hacia otro lado. Hay culpables directos, eso es más que evidente, pero también es cierto que existe una escala en estas cuestiones que llega hasta cada uno de nosotros. El riesgo no está solamente en los destructores de vida, también existe a causa de los indiferentes, de los que no alzan su voz para que el viento no sople a favor de los malvados.
Siempre han existido monstruos que tratan de devorarnos y la historia nos enseña que se alimentan principalmente de la indiferencia general. Miremos el presente: El horizonte está lleno de insensatez, violencia, mal gusto y falsedad que nos están trasformando en una sociedad de zombis. Quizás por eso tiene tanta aceptación ese tipo de cine en esta época. A nuestros jóvenes, más que miedo le produce risa: Están curados por tanto espanto.
Más que nunca, es preciso identificarnos con los que se oponen. Con los que se convierten en parte de la conciencia colectiva que precisamos. Será nuestra única fuente de salvación. Por eso duele la inquina que se vierte a la menor oportunidad contra las ONGs o los que consideramos diferentes por su opción de vida. Los convertimos en sospechosos de algo porque suponen un peligro para la postura cómoda que adopta la mayoría, adormecida por la utilización obsesiva de la tarjeta de crédito y la banalidad de la Caja Tonta. Curiosamente, las únicas discrepancias que nos llaman la atención son las de unos personajes que se ponen a si mismos el cartel de famosos para restregarnos su banalidad, sus estúpidos escándalos en las revistas y los programas amarillos. Que curioso que haya todavía quienes acusan al fútbol de ser el opio del pueblo... Es como si viviesen aún en la prehistoria.
Menos mal que nos quedan los libros, que seguimos teniendo la lectura en nuestras manos para crecer como personas. El deporte de leer iza la bandera de los sueños, nos abona por dentro y hace crecer la semilla de la razón. Empecemos por ahí, lo demás vendrá por añadidura.

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