martes, 10 de abril de 2007

EN EL ESPEJO


Apareció un buen día para instalarse
detrás del espejo del baño,
y allí se quedó desde entonces.
Tenía un sexto sentido
para saber cuando yo entraba:
Me miraba fijamente a los ojos,
y aunque nunca cruzamos una palabra,
llegamos a entendernos bien.

A veces aparecía con ojeras,
con un cierto aspecto desaliñado.
Con el tiempo aprendí a descubrir
sus cambiantes estados de ánimo,
que llegaron a influir
decisivamente en los míos.
Su sonrisa me resultó conocida
desde la primera vez que la vi:
Era sobrio y quizás un poco triste.

Ocasionalmente pude entrever
que deambulaba por su espacio
en compañía femenina...
Una tarde contemplé con desazón
cómo un par de lágrimas
recorrían su mejilla...
Quizás a causa de alguna
desesperación desconocida,
golpeó con rabia el espejo
y desapareció para siempre.

Es una lástima, lo digo con pesar.
Sentí no volver a verlo
porque llegué a convencerme
de que no era un mal tipo.


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