Los ojos encadenados
al desaire
cruzan la oscuridad,
el silencio tiembla,
y siguen los destellos
creciendo hasta el lugar
donde todo se aleja.
Sin casi respirar olvidas
parte de tu vida,
entre caminos sagrados
cruzaste la niebla
y los árboles, persiguiendo
voces que nunca vuelven.
Los pájaros cansados
respirando libertad,
la lluvia rozando el último
rosal del mundo,
los lirios abrazados
a largas madrugadas,
el desorden, al cruzar
el puente desigual
de las conciencias.
El nuevo otoño
velará la noche, lejos
el inmenso de la ciudad,
y la quimera del rosal
manteniéndose vivo.
La hora punta rozando
los pétalos caídos…
Y en el nuevo día,
llegarán otras costumbres,
nuevos latidos.
Entre las burbujas
de la rutina hay un lugar,
donde el dolor se calma.
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