Esta cueva
de antiguas posesiones
se extiende
como el mudo yacimiento
de una civilización olvidada.
Los dientes de un arado
cronológico mastican
los centímetros del aire,
los fetiches
de un orden necesario
vencidos por el óxido
y sus dogmas,
y lanzan sobre cosas
sin espíritu
un manto de tristeza
agropecuaria.
Como si la jurisdicción
del cuerpo fuera abolida
más allá del cuerpo,
volviese a las fronteras
de su carne,
rindiese las colonias
de ultramar
que fueron el orgullo
de un hombre
y de su propia
nación soberana:
los objetos
que hallaron un sentido,
un amable rincón
bajo este techo,
e hicieron de su mundo
una luz habitable.
Las formas han perdido
su materia.
Ellas son la señal
del cataclismo,
la primera señal
de la última vejez.
Todos los padres
del mundo lo saben.
Todos los hijos
del mundo lo saben.
Una llave inglesa
es una clase de filosofía.
Una caja de herramientas
es una tormenta metafísica.
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