Como un hombre
agarrado en un saliente
con el abismo al fondo,
sin testigos ni cuerdas
que permitan la esperanza,
con dedos como arañas,
como garfios cada hora
más gastados,
cada día más cercana
la rigidez del vértigo,
hay algo en su interior
que se desata,
que se sabe perdido
y no es ambición,
es algo más profundo,
algo ingobernable,
la fuerza que defiende
las fronteras del cuerpo,
la voluntad de vivir
aquí y ahora
y de ser contemplado
con amor una vez más,
la vida que late
por debajo de la vida,
que se agarra
en las láminas del córtex
y busca demorar lo inevitable.
El abrazo del dios
de la demencia.
La batalla de un hombre
contra el cielo.
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