viernes, 18 de abril de 2025
REFLEXIÓN: CRUCIFICAR A UN INOCENTE
Nosotros tenemos una ley y según esa ley debe morir”, clamó la jauría con esa profunda convicción que surge de algún sitio recóndito y que reclama sangre. Tenemos una ley y dice que debe morir “porque se tiene por hijo de Dios”. Así cuenta el Evangelio de Juan la condena de Jesús por parte de una masa vociferante, mientras Pilatos se lavaba las manos. Las viejas historias, los viejos mitos, cuentan mejor que nadie lo que sigue ocurriendo hoy. Por mucho menos la muchedumbre que se expresa en las redes levanta como bandera su ley, y de inmediato crucifica, vaya si crucifica, al señalado. O a la señalada. Nada nuevo bajo el sol, aunque hayan pasado dos mil años de aquella supuesta barbarie. Y es que sigue existiendo, por mucho que ahora nos hayamos disfrazado de civilizados. De ahí que sea necesario un protocolo reglado, una serie de normas que regulen lo que ha de hacerse en caso de haberse cometido un delito, que siempre ha de partir de la presunción de inocencia. La culpabilidad ha de demostrarse y jamás puede estar basada en el ansia de venganza, ni mucho menos en el capricho. Todo para evitar que se cometa el horror de condenar a un inocente.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Eres libre para realizar tu comentario pero, por favor, procura ser respetuoso. Y gracias por colaborar...