Hoy lloramos
todas las muertes
todas ellas
todas juntas
con los gusanos
con la tierra
con la ceniza
con los fuegos fatuos
con la picana y la bañera
con asfixia
por abandono
la del toro y la oruga
las de todas las guerras
la de la sal
la del pan
la del petróleo
la del gas
la de las lenguas
la de la piel
la de la tribu
la malaria
el cólera
la radioactividad
el amianto.
Lloramos todas ellas
reunidas apenas
en un metro cuadrado
alineadas en montones
de huesos y crustáceos
con todas las señales
de los huecos
con toda la postilla
de las ausencias
con el grito de la fractura
de la Pangea.
Por el caucho
por el ébano
por el látex
por los harragas
y todas las distancias
del transiberiano.
Con lágrimas
de trementina
cristalizando el lacrimal
con diamantes del Congo
con oro de Antioquía
con plata de Potosí
con cayuco
con alambre
con cuchilla
sin compasión
con culpabilidad.
Lloramos sin mesura
sin ritmo
ahogados
sin poder hacer pie
por las esquinas
y polígonos
por las arterias
seccionadas
por los nudos
de las autopistas
por los aparcamientos
por las residencias
de ancianos
por los ancestros
por las estrellas
y no paramos
de llorar
por las cunetas
por las fuentes del Nilo
por los acuerdos
no respetados
por querer vencer
a toda costa
por las señales
de los caracoles
y aviones.
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