Siempre me han gustado las paradojas. Encontrarlas es un placer, más aún cuando se tropieza con ese rarísimo ejemplar de la doble paradoja: una frase o un hecho que contiene dos. No sucede todos los días. Incluso en el mundo adorador de lo absurdo en que vivimos, las paradojas suelen ser simples. Por eso hay que agradecerle a RTVE que nos haya regalado un soberbio ejemplo de paradoja doble al colocar un aviso en las películas de Cine de Barrio.
Cuando una película sea demasiado machista o demasiado franquista, la cadena advertirá a los espectadores con esta señal: “Las circunstancias contenidas en esta película se enmarcan en una época determinada y deben ser entendidas en el contexto social de dicha época”. La primera paradoja es que TVE promueva y a la vez disuada de ver la película que emite. Si la programa, entendemos que considera su emisión relevante por algún motivo, pero el aviso revela que no le gusta emitirla y que preferiría colocar otra cosa más afín al contexto social de esta época. ¿Quieren que veamos la película o no? Y si es que no, ¿por qué la programan? Y si es que sí, ¿por qué nos advierten de verla con cuidadito?
Bien es cierto que el código de rombos del franquismo se ha estilizado y diversificado mucho. Poner cualquier cosa en cualquier cadena o plataforma implica sufrir un abuso de advertencias que, en algunos casos, incurren en el espóiler: “Sexo, desnudez, consumo de drogas, lenguaje malsonante”, se lee en todas partes. Aunque estas moralinas son un reclamo. Se sienta uno en el sofá y se dice: venga, a disfrutar de la desnudez y del consumo de drogas. Pero este aviso críptico de Cine de barrio, que se supone referido a cosas del franquismo, no funciona como argumento de venta. El franquismo no mola. El espectador no va a decir: qué bien, una peli facha y rancia, vamos a disfrutar. Ese anuncio solo invita a cambiar de cadena. Es un boicot en toda regla a uno de los programas señeros y más antiguos de la cadena.
La segunda paradoja es que el Estado, a través de RTVE, incurre en lo mismo que denuncia. Al imponer al espectador una interpretación unívoca e indiscutible, atenta contra la libertad de criterio que todo ciudadano ha de disfrutar en una democracia. Además, nadie más que yo ha de preocuparse de mi salud moral. Ya sufrí una dictadura, que no me vengan ahora con las mismas moralinas que sufrí en mi juventud.

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