Poner lavadoras
y llorar.
Fregar los platos,
poner lavadoras,
y llorar
con la ropa limpia.
Toda la familia tiene
la loza limpia,
la ropa limpia.
Que no ocurra
un desastre en la cocina,
que no se queme
la comida como
una especie
de Notre Dame doméstica.
Roja choza que late
al ritmo de un tambor
espumoso.
Asombroso equilibrismo
de economía doméstica,
loza con café,
con cereales,
con lo que se tuerce,
que te duele la tripa,
pues con manzanilla:
el milagro de la Camomila
y llorar.
De profesión, sus labores,
en esos términos
te calificaban,
Madre de tu madre,
madre de tu hija,
madre de ti misma,
siempre parte
de una familia
que te ha creado siempre
un único espacio
donde desarrollar tu vida
para satisfacer
los deseos, los sueños,
las necesidades de otros.
El piso reluciente
y el olor a limpio
que deja la lejía,
abecedario amniótico
para las mentes
que te han denominado
ama de casa
y dan por supuesto
lo que has de hacer
y la manera
en que debes hacerlo.
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