Rusia y Estados Unidos trabajan ya conjuntamente para atacar a las democracias europeas y a la UE con todas las armas a su alcance, incluyendo el apoyo cada día más explícito y evidente a la extrema derecha y al fascismo que de nuevo lucha por hacerse fuerte delante de nuestras narices. El ejemplo más claro está en las intolerables intromisiones en la campaña electoral alemana, en favor de un partido que ni siquiera condena el nazismo y las reuniones mantenidas en Washington con los líderes de la extrema derecha, mientras se desprecia a los legítimos representantes de los países miembros de la Unión y a sus instituciones.
Quien más está pagando el pato es Ucrania, que ve como Donald Trump ha asumido como propia la versión que siempre mostró su colega Putin sobre el conflicto armado y ha pasado para el gobierno estadounidense de ser el país agredido al agresor y tiene serias posibilidades de perder todos los territorios que ha ocupado militarmente Rusia. En consecuencia, saltan también todas las alarmas en países limítrofes con Rusia, desde Polonia a los países nórdicos y las repúblicas bálticas, que si antes temían el afán imperialista ruso, ahora ven como podría haberse abierto la veda para que Putin pueda hacer en ese sentido lo que le de la gana. También, por cierto, en Dinamarca, puesto que no parece descabellado pensar que Trump pueda llevar a cabo por la fuerza sus planes de anexión de Groenlandia.
Queda por valorar en su totalidad el desastre, cual puede ser el sentido de la existencia de la OTAN, tal y como se ha conocido hasta hoy si el país más poderoso de esa alianza militar está actuando para perjudicar a los demás. ¿Qué significado tendrán las bases militares estadounidenses en el suelo de este continente si las cosas se siguen radicalizando y su gobierno se convierte de facto en aliado de Rusia, el mayor peligro político y militar que tiene Europa.
La cuestión que los países europeos temen plantear, pero que va a ser inevitable, es si resulta viable incluso la propia alianza cuando resulta que el socio más poderoso dentro de la organización actúa un enemigo. La gran pregunta es si el resto de los países de la OTAN pueden confiar en unos Estados Unidos entregados al trumpismo y a los millonarios oligarcas digitales que lo apoyan y dirigen su política, que en las relaciones internacionales apuesta por el chantaje y la fuerza para imponer su visión de las cosas.
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