Hay una espera
voraz de carne.
Un infinito cielo
que solo quiere
que seamos
menos divinos,
un camino solitario
en el que amanece
más temprano.
Hay un vínculo perdido
que no tiene vuelta atrás.
Una ventana
que le exige al pasado
dominio perfecto del olvido,
un circuito
para pies descalzos,
escaleras sin retorno.
Hay una espalda
que detona lágrimas.
Una palabra por decir,
una calle llena de escombros
un dosel con telarañas
un desierto perdido.
Un hombre
que no sabe nada
y no le teme a los años
pero que le preocupa
no saber lo que ocurrirá
con su vejez.
Hay un tal vez
que trae esperanza
y que no termina
con este poema.
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