Desde la infancia, nos venden un modo de vida envuelto en papel de colorines y los ojos nos hacen chiribitas. Ahora bien, cuando abrimos el paquete y el tufo nos alerta, suele ser demasiado tarde, no podemos dejar esa droga porque somos yonquis del consumo. El adoctrinamiento al que fuimos sometidos, plagado de mensajes subliminales, nos redujo a un estado semiautómata en el que seguimos funcionando aunque nos pongan la apocalíptica realidad delante de las narices.
Mordimos el anzuelo y las facturas se acumulan en el buzón colectivo de pagos pendientes. El rebaño, ciego y sumiso, avanza hacia el precipicio donde nos conduce el capitalismo y el futuro se presenta cada vez más oscuro.
Alza la vista y contempla el horizonte. Si no ves los nubarrones tienes un grave problema. Tenemos un grave problema, porque todos estamos en el mismo barco y el capitán es un suicida y debemos amotinarnos para no acabar tan jodidos como los tripulantes del Titanic. Las ovejas negras reflexionan, cuestionan la autoridad del pastor, no se dejan arrastrar por la inercia del rebaño y eligen sus propios pastos.
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