Los gorriones se mueren
cada día
de un giro inesperado.
A veces uno pasa
junto a mí
y entonces soy su casa,
donde no morirá
mientras lo miro.
No los matan:
se mueren los gorriones,
de inocentes,
de grises, de aire extraño.
Se mueren, como yo,
de ser aves.
Pero también se salvan
por lo mismo.
(Lo que no puede
levantar un hombre
a veces lo levanta un niño).
Mira ahora
el gorrión volando
y dale nombre
y agua para saciar
la misma sed
y pan para salvarse
de lo mismo.
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