Puede que se resienta
mi pequeño
prestigio literario
-qué fue, dirán algunos,
de aquel tipo descreído
y pesimista-,
pero no importa,
no puedo silenciarlo
por más tiempo.
La conocí ayer,
mientras veía amanecer,
aunque lo cierto
es que su cara
me sonaba de algo.
Fue muy sencillo,
no me hizo falta
reflexionar demasiado.
El aire acariciaba,
y yo lo miraba todo
como si lo estuviese
viendo por primera vez.
Nunca he dejado
de esperarte, me dijo.
Soy yo,
¿no me recuerdas?,
la vida.
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