Ha de ser por lo cálido,
por dentro, sobran
la contingencia y el trajín.
Medito sobre lo excelso:
en cuanto ven, los bebes
miran hacia la claridad,
miran hacia arriba,
a lo que eleva, siguen
una cuerda de luz
que se van guardando.
Adónde lleva
no lo sé muy bien.
Pero es un estremecer
que se embelesa
al aire quieto de la tarde,
en el pudor
que de lo frágil se alza.
De donde viene, no recuerdo
sino la extrañeza
y, en medio de ella,
aún más extraña,
la poesía.
Y está su mirada
y está su música,
es la tibieza del pequeño
al estrecharlo contra el pecho,
entrando al centro
de lo débil, que es espíritu,
por lo cálido,
arriba, muy arriba.
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