Mira,
abajo la nube negra
cubre al relámpago
sumergido,
medidor del magma
y los minerales.
Encima,
tierra acumulada
mostrando
la súbita raíz impactante,
el esparcimiento
de espigas condensadas.
Tierra y cielo, puños del aire.
Tierra y cielo, dos gemelas
intercambiándose vestidos.
Y el aire como un espejo
sosteniéndose
en la luz y sus costumbres.
Mira al relámpago
rajar el polvo.
Mira a la raíz
reventar en comienzos.
Mira al azogue
mostrándose en la lejanía.
Raíz y relámpago
nos apuntan:
percátate de que llevas
el imán del misterio,
de lo creciente como
fósforo en la madera.
Mira a los caballos
sacudirse la noche
como el guirre
se sacude los espacios.
Entremos a donde
se juntan lo inverosímil
y lo probable.
Entremos al fósforo
para revelarnos.
Desconociendo aún
por qué el todo
se reúne en lo impalpable.
Desconociendo el todo
a la vez que nos rodea
con su tribu de señales.
Y percibir la corrida
del fuego hacia el fuego
señalando puertas,
entre los por cuánto
y los aquellos y los entonces
que justifican los ahora,
los posibles y lo doliente.
Mira,
no te comportes
como el que es ciego
porque se niega a mirar.
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