Cuando amanece dialoga
mi espíritu con el paisaje.
Ambos están reposados
y charlan acompañados
por los pájaros,
celebrando que el mundo
vuelve a la vida.
Ese mismo mundo
que es la voz
de la naturaleza
y yo sólo una voz interior
que un instante
abandona sus límites
proyectándose en la luz.
Esas mismas voces
que se funden ensimismadas
en su soledad
porque cada día están
más en peligro.
En esa hora
mi voz se finge eterna
y cree que cuando
esté tendida
en la quietud final
podrá adherirse a los huesos
para seguir hablando…
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