Esta era una estación
de huidas de aves
que emigraban a otros cielos,
de hojas que han
abandonado su sostén.
Se esperaban brumas
empañando los cristales,
difuminando los rostros
que se asomaban
en una triste
y solitaria espera
que ni ellos mismos
sabían por qué.
De tardes desnudas,
grises, espectrales,
voces hibernando
en su propia soledad.
De paisajes taciturnos,
místicos, casi boreales,
despedidos ya del rojo
de un crepúsculo otoñal.
Y henos aquí ahora,
como bailarines danzando
lento y asombrados
al compás de una
música nostálgica
invocando al fantasma
de un invierno
que ya no puede
estar entre nosotros.
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