viernes, 9 de febrero de 2024

PINTURA: PICASSO


En 1939 Picasso ha perdido a su madre y la guerra se acerca. La intuición del artista toma forma de gato con un pájaro atrapado por sus dientes. El animal tiene las garras afiladas y … una careta de humano.

Evidentemente, en pleno 1939, de lo que habla Picasso no es de sus adorados gatos, sino de la terrible situación en su país. Franco entra en Barcelona en enero (la madre del artista fallece también ese mes) y en marzo cae Madrid. La Guerra Civil llegaba a su fin, pero empezaba la represión, continuando la violencia sin sentido. También el resto de Europa empezaba su conflicto, y de pronto todo se llena de gatos y pájaros, de depredadores de ojos salvajes y víctimas torturadas, devoradas vivas.

Como en este terrorífico lienzo donde este gatito con sus afiladas garras y colmillos destripa a un pájaro (un cuervo quizás, la paloma de la paz…). A Picasso le parece la mejor imagen de lo que había ocurrido y de lo que faltaba por ocurrir.


Alborada es un cuadro sobrecogedor. La mujer echada sobre un diván parece torturada, está flaca, el ambiente sombrío recuerda a una celda. A su lado un músico azul y melancólico con una mandolina sin cuerdas”. El título, irónico, se lo puso Louis Aragon.

En mayo de 1942 Picasso terminó un gran lienzo titulado Aubade, que significa “serenata matinal”, cuadro en el cual había trabajado haciendo bocetos y dibujos durante casi un año. La escena está compuesta por dos mujeres: una está tendida sobre un banco cubierto por una tela a rayas y de aspecto poco confortable, la otra está sentada en una silla y sujeta una mandolina. La deformación con la que se han representado los rostros de las dos mujeres les confiere un aspecto animalesco. Las figuras enredadas dentro de formas rígidamente geométricas, la habitación desnuda, carente de detalles significativos, la indiferencia recíproca de las dos mujeres y su deshumanización física aproximan esta obra a las esculturas dadaístas que el artista estaba experimentando en aquellos años.

Esta obra de Pablo Picasso es una reacción desde el arte ante un contexto de violencia. Entre 1937 y 1939 -años en los que se vivió la Guerra Civil Española y el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial-, pintó una serie de cabezas de cordero descarnadas y con los huesos expuestos de manera muy cercana a la composición formal y simbólica de las vanitas, pero alternando el cráneo humano por el de la cría de la oveja, unidad iconográfica que connota fragilidad, docilidad y un guiño, tal vez distante, con el rebaño de la figura cristiana del pastor. Esta pieza, realizada por uno de los creadores más importantes en la historia del arte, anima la adopción de un punto de vista sombrío sobre el mundo.


En la primavera de 1938, una vez concluido el ciclo del Guernica, Pablo Picasso desarrolla de forma periódica el tema de las vanitas, motivo que tratará hasta mediados de los años cincuenta. Si bien en el mural Guernica la alusión a la muerte se entiende de forma alegórica, en esta serie de naturalezas muertas, el tema adopta, por el contrario, el modelo tradicional de las propias vanitas, incluyendo el tratamiento de la iconografía relativa a este género. Cabezas de cordero, cráneos de toro, cráneos de carnero y calaveras humanas forman parte de esta imaginería, que relaciona íntimamente a Picasso con la tradición pictórica del Siglo de Oro español y, muy especialmente, con la obra de Goya.


Este entronque con el más genuino acervo plástico hispánico resulta evidente en el lienzo Trois têtes de mouton (Tres cabezas de cordero), donde Picasso muestra fehacientemente su condición de español, a la vez que aúna el bagaje cultural del pasado y los más firmes logros de la modernidad.


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