miércoles, 27 de diciembre de 2023

NATURALEZA: LA LAURISILVA CANARIA


La laurisilva canaria, también conocida como “monteverde”, tuvo su origen en los antiguos bosques del Terciario, típicos de la cuenca mediterránea. Se trata de un tipo de bosque subtropical, constituido por una veintena de diferentes especies de árboles, bajo los que se desarrollan gran cantidad de helechos y musgos, al abrigo de sus sombras, su elevada humedad y sus temperaturas estables. Por culpa de las glaciaciones y de los períodos áridos, dicha vegetación desapareció de los continentes permaneciendo en las islas Azores, Madeira y Canarias. A su vez, los vientos alisios propiciaron que al amparo del suave clima se desarrollase aún más la exuberante vegetación, reliquia del Terciario, con lo que las islas pasaron a convertirse en el refugio de multitud de especies terciarias hasta la actualidad. La laurisilva debe su eterno verde a los diferentes árboles que la conforman. En Canarias, de entre las 18 especies arbóreas de este bosque, destacan el laurel o loro, el tilo, el viñátigo, el barbusano o el acebiño. Asimismo, entre los de frutos comestibles cabe destacar al madroño y al mocán.


Otra de las características esenciales de la laurisilva canaria es que constituye el ecosistema más rico en invertebrados y con mayor porcentaje de endemismos: sus condiciones lumínicas y su humedad favorecen el desarrollo de todo tipo de artrópodos, moluscos y lombrices. Sin embargo la existencia de vertebrados en islas siempre es más pobre que en zonas continentales ya que la lejanía limita la llegada de muchas especies, sobre todo de mamíferos. De ahí que sean las aves las que dominen en número. Entre las rapaces destacan el gavilán (Accipiter nisus ssp.granti), el aguililla (Buteo buteo ssp.insularum) que es el ave nidificante de mayor envergadura, el cernícalo (Falco tinnunculus ssp.canariensis) y el búho chico (Asio otus ssp.canariensis). Además, resulta necesario destacar a dos importantes endemismos: la paloma rabiche (Columba Junoniae) y la paloma turqué (Columba Bollii). Probablemente ambas tuvieran mucho que ver con la llegada de la laurisilva a Canarias, trayendo las semillas del continente. Mientras que la turqué nidifica en árboles, la rabiche lo hace en andenes y riscos y, curiosamente, sólo ponen un huevo, mientras que la mayoría de especies de paloma ponen dos. Otros de los pájaros de menor tamaño, insectívoros y omnívoros, típicos de la laurisilva canaria son el pinzón vulgar(Fringilla coelebs ssp.tintillon), el herrerillo (Cyanistes caeruleus ssp.teneriffae), el cuervo (Corvus corax ssp.tingitanus), el vencejo (Apus unicolor), el canario (Serinus canaria) y el mirlo (Turdus merula ssp.cabrerae), uno de los principales encargados de dispersar las semillas de la laurisilva por las islas.


Actualmente, las principales muestras vivientes de laurisilva en Canarias se encuentran en el Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; en la isla de La Palma, en El Canal y Los Tilos, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO y en la isla de Tenerife, en las áreas correspondientes al Monte del Agua del Macizo de Teno y en el Macizo de Anaga, recientemente nombrado a su vez, Reserva de la Biosfera por la UNESCO.


Los aborígenes canarios, comúnmente conocidos como “guanches” (aunque dicho término sólo se refiera, en realidad, a los oriundos de la isla de Tenerife), estaban formados por una serie de pueblos que, a la llegada de los conquistadores castellanos, a finales del siglo XV, se hallaban inmersos en su propia Edad de Piedra. Los “guanches” usaban la laurisilva para aprovechamiento propio, pero no habitaban en su interior debido a las excesivas humedad y sombra. La naturaleza volcánica de las islas, así como su clima benigno les brindaba lugares más cómodos y seguros donde vivir, como gran cantidad de cuevas y cavernas. Sin embargo, sí que explotaban sus recursos. La laurisilva les proporcionaba alimentos y materiales diversos para la construcción de viviendas, armas y utensilios de todo tipo. 


Así, con los brotes tiernos del aceviño elaboraban sus lanzas y palos de pastor con las que se ayudaban para descender barrancos, sus añepas de mando y los temibles banots, endurecidos al fuego, con los que fueron capaces de atravesar las corazas de los invasores castellanos. Por último, los frutos del madroño o del mocán les servían como complemento vegetal a su dieta y, además, solían cazar bastantes ejemplares de palomas rabiche y turqué.

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