Howard Hawks, uno de los directores más poéticos que ha dado el cine y de los que mejor han sabido reflejar el alma humana junto a John Ford, rodó "Rio Bravo" (1959), una de las últimas obras maestras del cine clásico hollywoodiense el mismo año que se estrenaron Misión de audaces (The Horse Soldiers, 1959), de John Ford, Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959), de Billy Wilder, Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), de Alfred Hitchcock, Ben-Hur (1959), de William Wyler, o Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, 1959), de Otto Preminger. ¡Casi nada! La época dorada de Hollywood, que había comenzado casi a finales de los años veinte del siglo XX con la introducción del sonido en el mundo del cine, estaba llegando a su fin, dejando atrás una corriente creativa inmensa, de grandes innovaciones y tramas con una construcción narrativa mucho más sólida.
Lo que hace la vida valiosa, convirtiéndola en una aventura digna de ser vivida, no es tanto lo exterior sino el contenido y significado que le damos a nuestras acciones. Si tienes amor y dedicación, lo más sencillo se puede volver extraordinario. Lo que te llena de esperanza, si lo piensas con detenimiento, está al alcance de todos los seres humanos. Me lo paso siempre de maravilla viendo encerrados en la comisaría de un pueblo llamado Río Bravo a cuatro personas intentando impedir que un poderoso terrateniente libere por todos los medios a un preso encarcelado por asesinato, que resulta ser su hermano, antes de que llegue la autoridad estatal para llevárselo. Destacar la aparición de una esbelta y deslumbrante Feathers (Angie Dickinson), que me sigue dejando boquiabierto cada vez que la veo aparecer por el filme.
Si en algún momento Río Bravo se ganó un lugar privilegiado en lo más profundo de mi corazón, donde brotan los sentimientos con sinceridad, fue en mi adolescencia cuando se convirtió, con permiso de El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952), Centauros del desierto (The Searchers, 1956) y El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), las tres de John Ford, otro de los grandes directores de la historia de cine, en la película de mi vida, la que más veces he visto y una de las pocas que veo, al menos, una vez al año, el filme ideal para descubrir cosas nuevas y fantásticas que me permitan seguir creyendo en la magia del séptimo arte. Porque lo más importante para mí es seguir aprendiendo, mantener mi mente activa. Y lo mejor de todo es que todavía me faltan muchos detalles por descubrir en Río Bravo, que a menudo pasan desapercibidos y refuerzan aún más a una película inolvidable.
He tenido la oportunidad de ver muchos otros wésterns interpretados por John Wayne (La diligencia, Río Rojo, Fort Apache, La legión invencible, El Álamo, El hombre que mató a Liberty Valance, Los cuatro hijos de Katie Elder, Valor de ley…), pero Río Bravo sigue siendo aquella película entrañable que me había marcado profundamente de pequeño, la que seguía teniendo un significado especial en mi desarrollo personal. Cuando Howard Hawks hizo Río Bravo, más de 30 años después de que dirigiera por primera vez una película, se encontraba en el proceso de revisar su credo de círculo cerrado de profesionales donde se enfatiza la superioridad de las lealtades familiares a cualquier ética profesional. En Río Bravo, el grupo heterogéneo dentro de la cárcel se convierte en una familia en la cual el código de conducta estoico de los grupos hawksianos anteriores es reemplazado por algo similar a un vínculo familiar. La nueva «familia» celebra su unidad con el tiroteo final, que es una exhibición virtual de fuegos artificiales debido al uso de dinamita para vencer a los villanos que amenazan la supervivencia de la familia. El afecto que sienten los miembros del grupo el uno por el otro se resume de manera sublime en la escena en la que Walter Brennan, que interpreta a Stumpy, adjunto de John T. Chance, le dice a John Wayne que tendrá lágrimas en los ojos hasta que regrese a la cárcel. Subraya el vínculo de amistad existente entre los dos hombres. Y no digamos en la mítica escena de la improvisada canción donde los cuatro héroes cierran el círculo de la amistad que los une. Sencillamente bellísima.
Río Bravo, es un homenaje a los que nos protegen de los tiranos y ponen límites a los poderosos que miran por encima del hombro a los menos privilegiados, me permitió adquirir y desarrollar valores como amistad, lealtad, solidaridad, justicia o tolerancia. Los valores se aprenden a lo largo de la vida, pero no solo de manera receptiva, sino que se van construyendo y viéndose influidos por el entorno social en el que nos movemos. Estos principios que guían el comportamiento humano, transmiten información sobre nosotros y nos dan una información valiosa sobre los demás. Los valores no son hereditarios, hay que descubrirlos, trabajarlos, construirlos y modificarlos todos los días. Con Río Bravo aprendí que el cine es una fuente inagotable de transmisión de valores de diversa naturaleza, tanto cultural y social como educativa y emocional.
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