Las piedras son la extrema luminosidad del mundo. Son como los poemas que cambian el silencio en un lugar verdadero donde el camino serpentea, entre caracolas, estrellitas de mar, sílabas de agua. Duran como viajes, leyes secretas, lugares eternos.
Las memorias son planetas aislados en el misterio de su música. Con ellas comparto la nitidez de sus corrientes de alegría, dolor y rocío. Las esfinges secretan la noche de espuma. Y pienso en los muertos que duermen con los labios marchitados, los cráneos cerrados y sus cuerpos deshechos en la soledad de su red.
Con ellos me parto para los claros de noviembre. No voy a escribir odas. Ni elegías, líneas rotas, ni versos llenos de palabras quebradas, tristes. Respiro el silencio de las esfinges. Cuando los martillos de la mañana suenan, les oigo en los caminos blancos.
Y las caracolas del tiempo se abren como si fueran poemas, caballitos del mar o destellos de la luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario