Las palabras vienen
en una unidad de medida
que ignoro
algunas apenas me rozan
pasan de largo
como átomos del aire
que siempre están
y nunca tocan nada
otras me clavan la daga
en el ojo mudo
en la boca ciega
y entonces el oído
ya no quiere escuchar nada.
Al afán por nombrar
hay que marcarle límites
a la palabra dicha
hay que marcarle límites
a la palabra callada
la que suena más fuerte
hay que marcarle límites
un pero, un sí vacilante
un siempre insostenible
me provocan un tsunami
me agrietan la garganta
el cuerpo emite el temblor
mi mente siente la náusea.
Por eso les digo
hay que marcar límites
al afán de nombrar
de llenar huecos
que a lo mejor
no necesitan llenarse
necesitan que el aire
les entre
y no les hable.

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