domingo, 7 de mayo de 2023

REFLEXIÓN: LA CORONACIÓN


Han coronado a un rey en una ceremonia religiosa, porque además el monarca es el máximo representante de una determinada religión. El anacronismo es tan grande a estas alturas de la historia, que resulta asombroso ver a tanta gente seguir con algún interés los fastos del evento, que por cierto ha tenido un coste de unos 113 millones de euros pagados del erario público. Pero es que al parecer lo esencial para sentirse vivos es poseer fe en algo. En la realeza, en las instituciones, en las religiones, en las ideologías, en dioses etéreos, en iglesias y mezquitas, en la ejemplaridad de los suyos y en la maldad de los otros.

Qué solitos deben de sentirse los agnósticos, los libertarios, los desesperados porque no encuentran gente a la que valga la pena votar, los que no aspiran a recompensas divinas ni terrenales, los convencidos de que la única guerra cotidiana desde el principio de los tiempos es la de los ricos y los pobres. Y que, si alguna vez triunfaron las revoluciones de los segundos, los más avispados de ellos se transformaron rápidamente en una casta tan cruel y despótica como aquella contra la que combatían.

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