martes, 4 de abril de 2023

REFLEXIÓN: SOBRE LO QUE NOS DEFINE


No entiendo ese sobreesfuerzo que hacemos para demostrar que el mundo en que vivimos es un desastre y también en ponerle trabas a todo lo que sucede o se propone. Sorprende que nos empeñemos en tratar como enemigos a los más cercanos a nosotros, esa facilidad que tenemos para ensañarnos como si nos fuera la vida en ello con la gente de las que nos separan minucias ideológicas mientras dejamos vía libre a los que sabemos que están ahí para amargarnos la vida a unos y otras. Los seres humanos nos tenemos miedo a nosotros mismos, pues sin regulación podemos llegar a ser monstruosos. Entre otras cosas porque nos sentimos a bordo de un Titanic que ya zarpó hace tiempo y no tiene pinta de saber llegar a ningún puerto seguro. Y porque por más hiperconectados y rodeados de gente, información o datos que estemos, nos seguimos sintiendo aterradoramente solos. Buscamos compañía por ese miedo atávico a la soledad, pero sospechamos que todo lo malo que nos pasa es por salir de casa o por decir que sí.

En esa contradicción reside la gran comedia de la vida. La infancia, vivida como un espanto de sometimiento y falta de autonomía, acaba por convertirse, pasado el tiempo, en el paraíso que añoramos. La compañía, que nos amarga y abruma, pasa a ser, cuando la perdemos, el centro de nuestra rememoración. No encontramos el sentido de la vida por la sencilla razón de que lo tenemos justo delante de nuestras narices. Demasiado evidente, demasiado cerca. Somos incapaces de convivir sin juzgar, sin amenazar, sin apropiarnos de todo lo que queda a nuestro alcance. Y terminamos siendo lo que nunca nos hubiésemos propuesto ser: el espejo donde mirar lo peor de la raza humana. Por eso es bueno de vez en cuando pararse a mirar lo que cada una o uno hace, en lugar de limitarnos a escuchar lo que dice: suele haber un abismo enorme entre ambas cuestiones. 


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