Están abocadas al rechazo y lo saben, pero se mantienen firmes en su oposición sistemática a los usos y costumbres. Se revelan, porfían, el pastor les sacude y levantan la pezuña para mostrarle una estilosa peineta. Charlie Chaplin era una. Lo acusaron de inmoral, de pervertido, de comunista y lo echaron de Norteamérica por defender la libertad. Hizo reír, durante décadas, a millones de personas y por su culpa me enamoré de las ovejas negras.
Van de por libre, pero también tienen iconos que les guían o les sirven de inspiración, otras ovejas negras que dejaron sus ilustres huellas estampadas en sendas libertarias. Seres luminosos que reconfortan el espíritu del rebaño con su oposición a la tiranía.
Son los genios o artistas que convirtieron su pasión en un arma arrojadiza contra el poder establecido. Los que más tiran del carro de los sueños y la esperanza. Los verdaderos héroes, en definitiva, ovejas negras comprometidas que más allá de las banderas, finanzas o religiones, defienden la unidad y el bienestar común.
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