Tanto dolor en el mundo
y sin embargo amanece.
Esta es la piel
que besa el aire.
Este es el cuerpo
que mide el silencio,
la inocencia oscura
de las primeras iluminaciones,
la quietud de su melodía
en lo que anhelamos.
El que salta
de su pupila
a un trampolín ciego.
El que vive
de lo impronunciable.
El que es rico
y tiene mayordomos
en vez de amigos.
El que llama a casa
para pedir abrigo.
Todo se extingue
en el mismo soplo.
Una flor va muriendo
cada tarde.
Nos dieron el mundo
y la forma de su lenguaje
pero olvidaron
que nada puede salvarnos.
Nos prometieron volar
como una pluma
en su dibujo vacío.
Pero nadie voló.
Nos dieron agujas
al paladar
y siglos
de antropologías
melodramáticas.
Y no hemos sabido
lo que hacer con ello.
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