Que no crezca jamás
en mis entrañas
esa calma aparente
llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad
de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida,
crea yo siempre
en las mil infinitas
posibilidades.
Engáñenme los cantos
de sirenas,
tenga mi alma siempre
un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca
mi epidermis
a la piel de un paquidermo
inconmovible, helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niño
hechas añicos.
Huya yo del realismo
encorsetado.
Consérvense en mis labios
las canciones,
muchas y muy ruidosas
y con muchos acordes.
Por si vinieran
tiempos de silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario