No me interrogues más,
vida, pasado,
cuando busques adentro,
con la sangre,
la razón porque abrazo
la costumbre
de vivir como excusa:
nunca hallaste respuesta.
Cuando se ve asediado
mi corazón se eclipsa,
busca el rapto,
se confunde en los bosques,
en lo denso,
hasta hallar en Pessoa
o en lo oscuro
de la emoción refugio, celda.
Escucha entonces,
habla con la erosión
de cuanto me circunda,
con la luz que claudica
al lado de mi piel,
en mis alrededores,
la luz versal
que con orfebre cuido
señala mi contorno
con teselas.
Aprende ahí
por la forma del hueco
mi extensión,
conoce así qué líneas
me limitan,
dónde resisto,
qué claridades,
qué brumas
o qué anhelos
conforman mis fronteras.
Que allí,
en la visión del trazo,
en el débil perfil
que los versos declaran,
tal vez conozcas
que es sólo el titubeo,
lo indeciso
de no poder saberme
ni ignorarme
lo que acude a mi voz...
Y el asquío.
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