lunes, 27 de septiembre de 2021

REFLEXIÓN: EL ESTRÉS Y EL YOGA


Durante el confinamiento muchas personas se subían por las paredes. La inactividad les producía náusea, un horror vacui, proveniente de la necesidad de acción, producción, reinvención, regeneración, empaquetado, autopromoción, cambio como novedad fungible, malestares inoculados por un capitalismo orgánico, reconvertido en nervio y sequedad de mucosas. La realización personal en este sistema, basado en la explotación y segregación de los individuos frágiles, exige autodestruirse. La lengua fuera, el estiramiento, la impresionante capacidad de trabajo que quiere hacer verosímil la distopía liberal de que los más esforzados y esforzadas conseguirán riqueza, felicidad y éxito. Usted se realiza mientras se desintegra. Se deja la piel. Es una bomba de relojería programada con el chip del desarrollismo franquista y el liberalismo global. Durante las vacaciones no sabe lo que hacer. Quizá el descanso es pernicioso, o quizá hay personas tan locas que no saben ya vivir sin estar bajo presión. Mientras el sistema no cambie y solo una clase como poco semi-rica se pueda permitir los cuidados paliativos de la enfermedad crónica del estrés —gabinetes psicológicos, salones de masaje, coaching, meditación oriental…—, Errejón acierta cuando propone incluir la asistencia psicológica en la Seguridad Social. Una asistencia psicológica que no se centre en tu madre, sino en lo que te paga el patrón. Pero incluso esos cuidados deberían ser transitorios: habría que resolver lo profundo. No es que seamos más débiles que los fornidos tercios de Flandes: es que esta sociedad líquida es muy bestia. Somatizamos las agresiones de un sistema económico violento, no sabemos parar y nos pinchan las culebrillas del herpes. Perdemos el pelo y vamos a clases de yoga en las que, sin pensar en nada, nos interrogamos sobre el derecho a la pereza y personas perezosas lo hacen sobre el orgullo y la culpa de trabajar cuando tanta gente está en paro o tiene un trabajo y es pobre; sobre el peligro del exceso de eficacia y la sagrada vocación. Sobre qué puñetas hacemos en la posición de media paloma para combatir un estrés que hemos aceptado como el componente básico de la normalidad. 

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