miércoles, 15 de septiembre de 2021

OPINIÓN :CONTRA LA HOMOFOBIA


La homofobia puede ser enfrentada con radicalidad cuando la concebimos no tanto como algo que hacen grupos organizados, nazis o ultras de Vox, sino cuando la pensamos como una cuestión estructural. La homofobia es un problema social cuando permea el sentido común de una sociedad y, por lo tanto, cuando no solo tiene que ver con vándalos, radicalizados y locos, sino con nuestras abuelas, nuestros vecinos del quinto y nuestros propios amigos. ¿Y cómo se deshace la homofobia de nuestros familiares, vecinos y amigos? Pues de forma radicalmente distinta a como se combate a un grupo de encapuchados de Vox. Una perspectiva del problema nos lleva a hacer políticas para abordar unos prejuicios sociales que forman parte de la normalidad y que nos incluye a todos y todas. Otra perspectiva nos lleva a dibujar la homofobia como una excepción monstruosa contra la que tenemos que poner en marcha una política igualmente excepcional y, por lo tanto, eminentemente punitiva y penal. Como muestra de que estamos en esa deriva valga la foto de estos días, con parte del asociacionismo LGTBI y los partidos de izquierda llamando a una alerta antifascista y centrando sus propuestas en índices de “delitos de odio”, comisiones de seguimiento de “delitos de odio” o cuerpos policiales especializados en “delitos de odio” -un concepto jurídico, por cierto, sobre cuyos pros y contras urge un debate en profundidad. Como muestra de que otros recogerán esos frutos basta ver quiénes se han dedicado a hacer más o menos lo mismo: Abascal alertando del auge de la inseguridad y Espinosa de los Monteros denunciando una cacería contra los suyos y advirtiendo que “estos delitos de odio se van a perseguir”. ¿No vemos que nos estamos metiendo en una trampa?

En el fondo es muy tranquilizador imaginar que el mal —el machismo, el racismo, la homofobia— solamente está del otro lado y depositar todas esas cosas en un otro radicalmente distinto a nosotros. Pero no nos distraigamos. Lo mejor que podemos hacer contra los ultras de Vox es hacer política contra la LGTBIfobia de nuestros vecinos, nuestros amigos y nuestras abuelas -y analizar, por cierto, qué tiene que ver la homofobia con la forma hegemónica de la masculinidad. Vacunar a una sociedad contra el odio es poner en marcha medidas educativas y culturales, invertir en formación a personal público y dedicar presupuestos a políticas que quizás no dan mucho rédito en Twitter y que no saldrán en programas de grandes audiencias pero que las izquierdas, más aún si están en el Gobierno, se tienen que poner a hacer.

La cara B de esta deformación de la imagen del mal, de esa caricaturización de los malos, es, por supuesto, una imagen igualmente maniquea de “los buenos”. Pensar el mal como una cualidad concentrada en una pequeña parte de la sociedad requiere, al otro lado, nuestra absoluta virtud. Y bajo la necesidad de la bondad sin mácula de los nuestros una denuncia falsa es destructiva, demoledora, simplemente inconcebible. “No puede ser”, “¿No será un montaje policial?”, se oye decir estos días. No podemos asimilar que un chico gay se haya inventado una denuncia. Y por eso, por cierto, Twitter ha sido —cómo no— el escenario de las respuestas punitivas y castigadoras de quienes ya han dejado de considerarle de los suyos. Si este caso ha hecho tanto daño, no es solo por un error individual. Son también los marcos identitarios y la santificación de las víctimas en los que nos hemos instalado desde la izquierda los que hacen que una denuncia falsa sea ahora tan devastadora.

Necesitamos menos políticas de la urgencia y la alarma, menos populismo tuitero, más cuidado y responsabilidad con las apelaciones al miedo y más políticas de fondo. Necesitamos una mirada menos moral y más estructural. Hacer política transformadora es hacerla contando con el racismo, el machismo o la homofobia —como, por supuesto, el error o la mentira— no están solo al otro lado. Pensar que el mal va con capucha y esvásticas y exigir a los nuestros la virtud y la santidad, es más bien ir a las cruzadas. No nos distraigamos de lo importante porque si vamos por ese camino sólo acabará sacando tajada Vox. 

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