miércoles, 4 de agosto de 2021

SERIE: BOSCH

 


“Sonia. Se llamaba Sonia Hernández”, repite Harry Bosch a cualquiera que se refiera por el nombre que le dio la prensa —La pequeña de los tamales— a la niña de 10 años que murió abrasada en un incendio provocado en un barrio en proceso de gentrificación en Los Ángeles. Un nombre para una víctima porque, como dice siempre el personaje creado en 1992 por el escritor Michael Connelly, “o importan todas, o no importa ninguna”. Chin Ching Yu, Divina Rosa o Cielo Azul son víctimas sin nombre, rostros de casos sin resolver, fotografías que el policía mantiene en su mesa en la séptima y extraordinaria última temporada de Bosch (Amazon Prime).

Sin aspavientos y con solidez, Titus Welliver ha conseguido ser la imagen de uno de los personajes más icónicos de la literatura criminal contemporánea. El reparto de secundarios —tan necesarios en los policiales, que son a la fuerza relatos corales— es excelente. Jamie Hector como Jerry Edgar (compañero de Bosch en toda la serie), o Amy Aquino como la teniente Billets son dos buenos ejemplos. Pero están también esos dos viejales que ya deberían estar jubilados y que forman un dúo policial impagable. Pero por encima de todos destaca Maddie, la hija de Bosch, interpretada por Madison Litz y que sirve para dar un contrapunto perfecto al protagonista, ese héroe cansado que no ceja en su empeño de buscar justicia.

En tramas paralelas, la serie tiene la habilidad de mostrarnos, sin abrumar, el día a día de la  comisaría, los oscuros intereses políticos y las reacciones personales no siempre dignas de admiración. Pocas series llegan tan frescas y con tanto que decir a su séptima temporada, pero esta lo hace porque siempre se supera. Para algunos, no siempre conviene castigar un crimen, si eso afecta a alguna operación que aporte réditos políticos, y también hay víctimas que no importan demasiado. Eso es lo que Bosh no puede consentir. La lealtad a su código ético y a sus compañeros, y la búsqueda de justicia a cualquier precio son condiciones innegociables para él. Y lo termina pagando. Lo sabe nuestro protagonista y lo sabemos nosotros. No importa, en este mundo se necesita gente como Harry Bosh. Larga vida, amigo. Estoy contigo. 

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