La imagen de unas lágrimas,
la
cólera que no calla
y nos
profana el ojo:
refugio
onírico
de madurez
traslucida,
de gota
indisoluble
que
perfora el cráneo
y no cesa
ni remite.
La
sociedad llora
esta oscuridad
sobrevenida
que le
nubla inmóvil
la estrechez
del hálito,
el
silencio que grita
desde un
rugido al dolor.
En todos
los ojos,
los
tuyos, los míos
y el
terrible golpe
contra
un cielo baldío
mientras
sentimos
que la
vida se viene abajo
porque los
promotores
se
niegan a escuchar
el
repicar de las campanas
como
cantares pálidos
de rabia
y frustración.
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