Y en este mundo
donde la ceguera
es la llama que representa
la más atroz indiferencia,
nadie los ve.
Pero hay otra llama,
la de su sangre ardiendo
inapagable
a pesar del viento de los siglos.
inapagable
a pesar del viento de los siglos.
Y ahí siguen impasibles
los desheredados
en su silencio ahogado,
trozos de miseria con alma,
tristeza acorralada
trozos de miseria con alma,
tristeza acorralada
sin esperanza alguna.
Por eso escribo a gritos
sobre las tierras que les dejan,
las que nadie más quiere,
el sequedal
que jamás lavará la lluvia
en un pronto compasivo
el sequedal
que jamás lavará la lluvia
en un pronto compasivo
tras los alambres
de espino e inhumanidad
que levantamos
para que no nos contamine
su miseria
y para que mueran
de una puñetera vez
y nos dejen tranquilos.
Mírenlos por una vez,
Mírenlos por una vez,
una sola vez al menos,
véanlos parados
véanlos parados
en los márgenes de la vida
con la mirada rota
con la mirada rota
a causa del pasado,
por el presente y el futuro…
Pero no. Absolutamente
nadie los ve.
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