Cuando los discursos
se han acabado,
cuando todo está dicho
y los problemas del mundo
han sido discutidos
para salvar la cara,
cuando los acuerdos
se han firmado
con la fatua solemnidad
que el evento determine,
cuando la foto de rigor
ya se ha tomado
y se apagan los ecos
de las voces discordantes,
cuando los concurrentes
ya piensan en cómo
incumplir lo convenido
o dejarlo correr según
convenga a sus intereses...
Llegará entonces una mujer
sumida en el anonimato
a limpiar las huellas
de tanta paparruchada,
abrir las ventanas
para que salgan las mentiras,
recoger la basura
que dejan a su paso los ineptos
y barrer el piso
de tanta mugre acumulada.
Es justo en ese momento
cuando se respira dignidad
pues ésta sólo existe fuera
de los despachos enmoquetados
y lucha por sobrevivir
entre las manos y la conciencia
de los que realmente
sabemos lo que es la vida.
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