que obren a nuestro favor,
ha de tratarse de intenciones
que tienen su razón de ser
al encomendarnos
a la posibilidad de soñar.
La felicidad no es un don,
su naturaleza radica
en el irrenunciable propósito
de afanarse en serlo.
Para ello ha de ser firme
nuestra voluntad
de ilusionarnos con todo tipo
de estímulos sensoriales:
Hay que aprender a escuchar,
obligarse mirar lo que vemos,
aferrarse a sentir con el alma,
e irradiarse en palpitar
hasta quedar sin aliento
con las opciones de goce
que se nos presenten,
ya sea a nivel físico
como de altura intelectual.
Hay que dejarse llevar,
en suma, por las maravillas
que adornan la existencia,
independientemente
de las sorpresas negativas
que el devenir de los días
nos tengan reservadas…
Lo perjudicial vendrá
de motu propio,
es una ley inexorable,
por lo que hemos de ser
nosotros los que habremos
de contrarrestarlo
a fuerza de voluntad
y poniendo en ello
todo nuestro esfuerzo.
Dejarnos atrapar
en la marea de lo oscuro
es una pérdida de tiempo
que a nada nos conduce,
porque los años pasan
y cuando menos lo esperas
la vida se nos despide
sin que la hayamos disfrutado.
2 comentarios:
Genial! felicidades por tus palabras tan bien encontradas para describir aquello que sentimos pero no sabemos expresar.
Lo importante es sentirlo... Y ponerlo en práctica,claro.
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