Pandora superó sus temores, abrió la caja, y luego de atisbar impaciente el interior, comprendió que estaba vacía. Pasado un buen rato y tras meditarlo largamente, decidió encerrar dentro su fe en los Dioses, arrojó al mar las llaves, y sonrió como sólo sabe hacerlo alguien que se ha quitado un enorme peso de encima.
Lo malo fue cuando los humanos, en su infinita inconsciencia, forzaron la cerradura y volvieron a abrirla años después...
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