disyuntiva de un grito
que antes fue rosario de susurros,
apenas válidos para arrancar
una migaja de opresión en el pecho.
Te hablo así
desde el derecho cósmico
que me otorga cada segundo
de esta existencia
que pretenden sea yerma.
Por favor, escúchame
y acaso no sea tan profundo
el abismo que pretenden
levantar entre nosotros.
Tal vez haya un mal cálculo
en la suma de distancias
que los mercaderes quieren
que haya entre sus despachos
y las calles de nuestros sueños.
Es necesario acortar el espacio
que ha de unirme el corazón
con la apreciada semilla
que llevas en tu pecho.
El eco de la falsedad vibra
bajo los discursos de los que sustentan
un orden construido
sobre viejos cimientos carcomidos:
Por eso insisto en mi grito,
para que salgas de la cáscara insonora
donde procuran que respiremos
y mires a las estrellas moribundas
desde donde surge mi voz,
con la intención de transmutarte
un segundo que aspira a ser vida.
Sólo entonces se encenderá
la llama que tenemos en las manos...
Y la injusticia, incineradas sus armas,
se irá en silencio
a amamantar su olvido.
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