y su boca dejó escapar
un sortilegio de gemidos,
que se derramaron
por mi alma.
Los escuché maravillado,
porque parecía
que en esa idílica isla
que es su cuerpo,
se hubiera refugiado
un nido de pájaros
para habitar en ella
entre la noche y el silencio.
Y encontré un lugar
donde amanecer
en el amor y el deseo.
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