Entreví su mapa
y la sentí casi inocente,
orgánicamente establecida
en kilómetros de vida
y porciones de ansias
reflejadas en su entorno
que orientaron de forma
sorprendente
nuestros caminos.
Luego modificamos
juntos las escalas
se suavizaron los accidentes
del terreno
y adquirieron los contornos
de un rostro,
el ámbito de un nombre
que auguró desde el principio
sorpresas y turbaciones.
Y cuando llegó París
desde cualquier parte
a colocar un punto
cardinal tras el horizonte,
la vida se concretó
en un mutuo caminar
hacia un destino compartido.
1 comentario:
Esos mapas tan divinos ¿Los venden en alguna librería?
Original y bellísimo.
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