Nuestros héroes duermen
los sueños de los mitos cercenados:
Mira lo que han hecho de su significado
los mismos que anulan tus distintivos,
hundidos bajo la mecánica implacable
de los balances y las alevosías.
Les han levantado estatuas ciegas
que recuerdan la emoción de la derrota:
la nuestra, claro,
porque los arquitectos de la economía
siempre ganan las guerras de los números
y aparejan con mimo sus victorias
en el sacrosanto orden del sistema.
Estremece pensar
que hayan secado multitud de almas
esperanzadas en la magia de la libertad
y confiadas en los himnos
que le hablaban al aire de justicia.
En el camino han quedado
un buen número de amaneceres desolados
y los ideales yacen
mutilados en las enciclopedias
que se arrinconan en el último estante
de las cenizas repartidas.
Pero yo no les abandono,
me niego a que sus anhelos sean humo
y que les hayan desvanecido el rostro
a los que estuvieron antes
en el hermoso sacrificio
en pos de mi felicidad y la tuya.
Conmigo no les castiga el olvido,
no me tientan los artificios neoliberales,
la pérdida de identidad
de la izquierda más oportunista,
o la traición espantosa
de los que llegaron siendo vanguardia
y diseñaron un modelo de infortunio.
Aunque no tenga recetas
más allá de la congénita rebeldía
sé donde están los enemigos,
cuales fueron mis héroes
y dónde está el lugar
de la coherencia humanista
y el buen sentido de la igualdad.
Todo lo demás sería la proclama
de una humillante rendición.
los sueños de los mitos cercenados:
Mira lo que han hecho de su significado
los mismos que anulan tus distintivos,
hundidos bajo la mecánica implacable
de los balances y las alevosías.
Les han levantado estatuas ciegas
que recuerdan la emoción de la derrota:
la nuestra, claro,
porque los arquitectos de la economía
siempre ganan las guerras de los números
y aparejan con mimo sus victorias
en el sacrosanto orden del sistema.
Estremece pensar
que hayan secado multitud de almas
esperanzadas en la magia de la libertad
y confiadas en los himnos
que le hablaban al aire de justicia.
En el camino han quedado
un buen número de amaneceres desolados
y los ideales yacen
mutilados en las enciclopedias
que se arrinconan en el último estante
de las cenizas repartidas.
Pero yo no les abandono,
me niego a que sus anhelos sean humo
y que les hayan desvanecido el rostro
a los que estuvieron antes
en el hermoso sacrificio
en pos de mi felicidad y la tuya.
Conmigo no les castiga el olvido,
no me tientan los artificios neoliberales,
la pérdida de identidad
de la izquierda más oportunista,
o la traición espantosa
de los que llegaron siendo vanguardia
y diseñaron un modelo de infortunio.
Aunque no tenga recetas
más allá de la congénita rebeldía
sé donde están los enemigos,
cuales fueron mis héroes
y dónde está el lugar
de la coherencia humanista
y el buen sentido de la igualdad.
Todo lo demás sería la proclama
de una humillante rendición.
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5 comentarios:
Esas estatuas ciegas, que nos recuerdan nuestra derrota, todas nuestras derrotas, aún tenemos que derribarlas, no se trata de la estatua ecuestre de un caudillo la que ya se ha derribado, son otras las estatuas que hoy otros erigen: algunas elegidas en cumbres de poderososomo G-20.Esas estatuas , un día las haremos caer y esos sueños de los mitos cercerados, dejarán de ser sueños y esos arquitectos de la economía,mirarán atónitos cómo su arquitectura globalizada se hace añicos y verán como tu rebeldía congénita se une a muchas más para que los ideales mutilados no sean sólo material de enciclopedias.
Así se piensa y se escribe, camarada...
Con tu quiero,
y mi puedo,
vamos juntos compañero.....
Yo soy de los que recuerda la emoción de la derrota, no levanto estatuas, pero, si, em siento derrotado. Tampoco me parece humillante reconocerlo. Yo, me creía, aquello de " de cada cual según sus posibilidades, a cada cual según sus necesidades". Ahora, ésto sólo me parece una frase bonita.
De todas formas, la única posibilidad que nos queda es adaptarse, si queremos sobrevivir. Y necesitaremos cierto grado de oportunismo (y a lo mejor, algo de cinismo).
Sobrevivir no es ninguna derrota. Adaptarse puede que sí lo sea. Pero términos como revolución sí podemos adaptarlo, porque pueden aplicarse a las pequeñas cosas, a los gestos, a los símbolos de honradez y consecuencia, a no dejarnos arrastrar por las mayorías que no siempre tienen razón. Es la revolución de lo íntimo y tangible, la que afecta a los seres más cercanos y queridos. Por lo demás, lo que nunca ha de abandonarse es el afán de rebeldía y el espíritu crítico, porque si permitimos que el capitalismo campe a sus anchas, aviados estamos. Y que no nos cuenten milongas: El fascismo acecha agazapado para saltar de nuevo a la palestra a poco que nos descuidemos, y no creo ser en absoluto alarmista con esta afirmación. Sólo hay que observar los avances que está experimentando en media Europa.
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