No puedo dejar de reflexionar sobre lo que significa el dogmatismo. Es posible justificarlo en determinadas circunstancias, como cuando se carece de información o se la recibe manipulada. Otra cosa bien diferente es cuando tienes las puertas abiertas a un enorme caudal informativo para adoptar una opinión razonada y razonable, y te limitas a ser el eco que repite consignas interesadas. En ese punto sí que resulta descorazonador.
Viene el tema a colación a raíz de algunas reacciones suscitadas por el fallecimiento del disidente cubano Orlando Zapata. No deberían ser las mismas en Cuba que en España, por ejemplo. Porque en Cuba cincuenta años de cerrazón nacional es inevitable que se hayan traducido en una pérdida de masa crítica. En el presente, a la mayoría de los cubanos sólo se les permite la posibilidad de tener la misma visión del mundo que la de sus dirigentes: Es una de las características de las dictaduras, y aquí lo sabemos bien los que tenemos una edad para escarbar en la memoria.
La muerte de Zapata ha llegado en un momento sumamente incómodo para el régimen, que ha vuelto a tener esperanzas de perpetuarse. El castrismo prosperó gracias a los subsidios de la URSS y llegó a crear el mayor sistema de atención social de América Latina, pero el grifo se cerró hace tiempo y el PIB cubano entró en barrena: Cayó un 24% en 1991 y un 15% en 1992, pese a que La Habana tiene que gastar 600 millones de euros al año en subvencionar alimentos, de los que importa un 80%, y 275 millones para comedores obreros. Los dos grandes pilares en los que se sustentaba su legitimidad eran esa preocupación por el bienestar ciudadano, y la defensa de la soberanía frente a Estados Unidos, donde Obama ha dado señales para normalizar las relaciones, ninguneadas por Cuba que se niega siquiera a realizar aperturas económicas que instauren determinadas libertades al estilo chino.
Las razones de esta vuelta de tuerca tienen su raíz en que los dirigentes cubanos vuelven a albergar esperanzas de futuro. Brasil, y sobre todo Venezuela tienen mucho que ver. Los dos países están apostando por una nueva OEA sin Estados Unidos y que ha vetado a Honduras (a la que no se le reconoce un estatus democrático), pero que incluye a Cuba. Por su parte, el gobierno chavista ha dado empleo a numerosos técnicos cubanos que inundan Venezuela, y está fiando petróleo a la isla. Estas circunstancias están insuflando nuevos bríos a los Castro, que vuelven a presumir de soberanía nacional y rebeldía ante el mundo. Y en Cuba esos dos conceptos son casi artículos de consumo.
En esta coyuntura fallece Orlando Zapata. Podemos imaginar la contrariedad que ha supuesto la condena internacional ante el hecho. Más aún cuando se está produciendo una reacción en cadena con otros presos de conciencia, que también están optando por la medida de presión que supone la huelga de hambre. Fidel Castro argumenta que a Zapata no se le han infligido malos tratos, ni ha habido tortura... Como si la indiferencia con que le han dejado morir, tras unos durísimos 85 sin comer no fuera suficientemente condenable. No deberían faltar razones para hacerlo: Humanitarias y de estricta justicia que tiene que ver con los Derechos Humanos. Recordemos que Zapata había sido reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional, como lo son también Diosdado González Marrero, Eduardo Días Fleitas, Fidel Suárez Cruz y Nelson Molinet, los nuevos huelguistas, así como otros 51 del total de 75 opositores sentenciados en los juicios celebrados en 2003 bajo la acusación de "conspirar" con Estados Unidos y ser asalariados de Washington. Marrero, Molinet y Suárez Cruz cumplen una condena de 20 años de privación de libertad, y Díaz Fleitas de 21. Según informa Amnistía (un organismo fuera de toda sospecha ideológica), al carecer Cuba de un poder judicial independiente, los juicios son a menudo sumarios e incumplen gravemente las normas internacionales sobre juicios justos. Además, una vez dictada la sentencia las posibilidades de apelar son prácticamente nulas.
Una buena parte de la población cubana no tiene acceso a esta visión de los hechos, eso es evidente y hace muy complicado formarse una opinión independiente. Pero resulta inexplicable que puedan existir en este país ciudadanos comprometidos con numerosas causas sociales, que se limiten en este caso a levantar la voz para ser el eco de las consignas castristas. Como el actor Guillermo Toledo, por ejemplo. Lo recordamos aquí, en Canarias, apoyando sin fisuras la huelga de hambre de Aminatu Haidar en Lanzarote. Por eso uno se queda de piedra al leer que califica a Orlando Zapata como un preso común manipulado por la oposición castrista, quitándole hierro a su sacrificio. O sea, que viene a resultar más de lo mismo: El derecho que se les otorga a algunos para luchar por su libertad se les niega a otros, porque todo depende del cristal ideológico con el que se mire.
Viene el tema a colación a raíz de algunas reacciones suscitadas por el fallecimiento del disidente cubano Orlando Zapata. No deberían ser las mismas en Cuba que en España, por ejemplo. Porque en Cuba cincuenta años de cerrazón nacional es inevitable que se hayan traducido en una pérdida de masa crítica. En el presente, a la mayoría de los cubanos sólo se les permite la posibilidad de tener la misma visión del mundo que la de sus dirigentes: Es una de las características de las dictaduras, y aquí lo sabemos bien los que tenemos una edad para escarbar en la memoria.
La muerte de Zapata ha llegado en un momento sumamente incómodo para el régimen, que ha vuelto a tener esperanzas de perpetuarse. El castrismo prosperó gracias a los subsidios de la URSS y llegó a crear el mayor sistema de atención social de América Latina, pero el grifo se cerró hace tiempo y el PIB cubano entró en barrena: Cayó un 24% en 1991 y un 15% en 1992, pese a que La Habana tiene que gastar 600 millones de euros al año en subvencionar alimentos, de los que importa un 80%, y 275 millones para comedores obreros. Los dos grandes pilares en los que se sustentaba su legitimidad eran esa preocupación por el bienestar ciudadano, y la defensa de la soberanía frente a Estados Unidos, donde Obama ha dado señales para normalizar las relaciones, ninguneadas por Cuba que se niega siquiera a realizar aperturas económicas que instauren determinadas libertades al estilo chino.
Las razones de esta vuelta de tuerca tienen su raíz en que los dirigentes cubanos vuelven a albergar esperanzas de futuro. Brasil, y sobre todo Venezuela tienen mucho que ver. Los dos países están apostando por una nueva OEA sin Estados Unidos y que ha vetado a Honduras (a la que no se le reconoce un estatus democrático), pero que incluye a Cuba. Por su parte, el gobierno chavista ha dado empleo a numerosos técnicos cubanos que inundan Venezuela, y está fiando petróleo a la isla. Estas circunstancias están insuflando nuevos bríos a los Castro, que vuelven a presumir de soberanía nacional y rebeldía ante el mundo. Y en Cuba esos dos conceptos son casi artículos de consumo.
En esta coyuntura fallece Orlando Zapata. Podemos imaginar la contrariedad que ha supuesto la condena internacional ante el hecho. Más aún cuando se está produciendo una reacción en cadena con otros presos de conciencia, que también están optando por la medida de presión que supone la huelga de hambre. Fidel Castro argumenta que a Zapata no se le han infligido malos tratos, ni ha habido tortura... Como si la indiferencia con que le han dejado morir, tras unos durísimos 85 sin comer no fuera suficientemente condenable. No deberían faltar razones para hacerlo: Humanitarias y de estricta justicia que tiene que ver con los Derechos Humanos. Recordemos que Zapata había sido reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional, como lo son también Diosdado González Marrero, Eduardo Días Fleitas, Fidel Suárez Cruz y Nelson Molinet, los nuevos huelguistas, así como otros 51 del total de 75 opositores sentenciados en los juicios celebrados en 2003 bajo la acusación de "conspirar" con Estados Unidos y ser asalariados de Washington. Marrero, Molinet y Suárez Cruz cumplen una condena de 20 años de privación de libertad, y Díaz Fleitas de 21. Según informa Amnistía (un organismo fuera de toda sospecha ideológica), al carecer Cuba de un poder judicial independiente, los juicios son a menudo sumarios e incumplen gravemente las normas internacionales sobre juicios justos. Además, una vez dictada la sentencia las posibilidades de apelar son prácticamente nulas.
Una buena parte de la población cubana no tiene acceso a esta visión de los hechos, eso es evidente y hace muy complicado formarse una opinión independiente. Pero resulta inexplicable que puedan existir en este país ciudadanos comprometidos con numerosas causas sociales, que se limiten en este caso a levantar la voz para ser el eco de las consignas castristas. Como el actor Guillermo Toledo, por ejemplo. Lo recordamos aquí, en Canarias, apoyando sin fisuras la huelga de hambre de Aminatu Haidar en Lanzarote. Por eso uno se queda de piedra al leer que califica a Orlando Zapata como un preso común manipulado por la oposición castrista, quitándole hierro a su sacrificio. O sea, que viene a resultar más de lo mismo: El derecho que se les otorga a algunos para luchar por su libertad se les niega a otros, porque todo depende del cristal ideológico con el que se mire.
3 comentarios:
Pues sí. No faltan razones para condenar a una sola voz la muerte de Zapata, porque es de estricta
justicia y, sin embargo, ¡Qué pena!... la doble moral en relación con los Derechos Humanos tanto a nivel individual como a nivel de instituciones y gobiernos internacionales...
Necesito recordar 2 cositas. Y lo dejo aquí porque hemos hablado del tema...
Hoy, JUEVES 4 DE MARZO A LAS 19 HORAS DESDE LA PLAZA DE TOROS, MANIFESTACIÓN EN SANTA CRUZ CONTRA EL INCREMENTO DE LA EDAD DE JUBILACIÓN A LOS 67 AÑOS.
Y
El próximo sábado, 6 de marzo a las 12h, Ben Magec-Ecologistas en Acción convoca protestas simultáneas en TODAS LAS ISLAS, contra el NUEVO CATALOGO DE ESPECIES PROTEGIDAS
ante las SEDES de COALICION CANARIA
"Esto sólo lo arreglamos entre todos"...
Sabía lo de las manifestaciones. Y me da rabia no poder ir, sobre todo por la del sábado. Pero me coge trabajando. A veces esto de currar en turnos dificulta mucho la vida social. En fin... Habrá que estar en espíritu, no queda otra.
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