lunes, 8 de marzo de 2010

DERECHOS DE MUJER


Tu libertad es heredera
de tanto sufrimiento
que estremece sólo de pensarlo.
Pero gracias al sacrificio
de tus antecesoras
estás en camino de conseguirlo:
Les llamamos derechos,
y ya va siendo hora
de elaborar el decálogo
que te dignifique.
Porque resulta que tienes derecho
a disfrutar de tu cuerpo
como te venga en gana,
a desplegar tu piel por el mundo
y exponerla al sol de las miradas.
Resulta que nada debes
ni de nada eres culpable,
por lo que deberías sentir orgullo
de tu condición femenina,
sea lo que sea
lo que eso signifique.
Tienes derecho a sonreír con ganas,
a vivir como te apetezca
y disfrutar tu tiempo
si ser un tópico de nada ni de nadie.
Derecho a leer sin preocuparte
de los platos en el fregadero,
a la dignidad de tu propia autonomía,
independientemente de los niños
o la casa sin limpiar,
a no ser esclava, compañera sumisa,
puta o sirvienta
de las derrotas los hombres.
Derecho de mujer, en suma,
a encontrar tu estima
en el espacio que se te antoje
y pintarle los labios a tu cerebro.


Feliz Día de la Mujer Trabajadora

11 comentarios:

De la Rosa dijo...

Magnífico regalo a todas en este día. Suponía que escribirías algo al respecto. Gracias por ese canto de libertad.Bss

Pacogor dijo...

No podía dejarlo pasar sin más. A veces pienso que incluso por egoísmo, porque todo está encadenado: cuanto más libres sean los otros, más disfrutaré yo mi libertad.

AlejandraGM dijo...

Sinceras gracias!

Ana María dijo...

Llegué un día después.... Pero llegué a tiempo, porque HOY personalmente es el día que yo necesitaba este poema...
Ni te imaginas el poder de tus palabras y el efecto de liberación, de respirar hondo y decir: vale, ahí fuera hay alguien que lo siente como yo lo siento...

Les regalo otro poema. No sé si lo conocerán ya; si no es así, espero que les guste y que, como a mí, les haga ver muchas cosas... Besos.

NO ME ARREPIENTO DE NADA (Gioconda Belli)

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;

las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.

No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.

Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.

Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.

Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.

Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.

En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.

Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros me dotaron.

No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí contra esta mujer
hecha y derecha, plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

Anónimo dijo...

GRACIAS, TUS PALABRAS SON SIEMPRE BONITAS, PERO EN ESTE POEMA,... COMO MUJER, TE DOY LAS GRACIAS.

Pacogor dijo...

Que cosas... Pues yo me he pasado toda la vida rebelándome contra el rol de hombre que se supone me había sido destinado. No era un premio, sino un castigo...

Ana María dijo...

Pues eso...qué curioso, verdad?
Como afirmabas...

"Iguales en nuestra diferencia..."

Pacogor dijo...

O lo que es lo mismo: Complementarios

Mara dijo...

He llegado a su blog, a propósito de una imagen que encontré en google y espero no le importe que haya utilizado en una entrada del mío.
Lo leo y al encontrarme con este poema no he podido resistirme al comentario.
He disfrutado con su lectura, desearía que la mayoría de los hombres tuvieran su pensamiento y... la mayoría de las mujeres.

Un saludo.

Pacogor dijo...

Encantado, amiga Mara. Particularmente, no me considero propietario de nada relacionado con el contenido de este blog. Además, cuando hago público algo que he escrito deja de pertenecerme porque pasa a ser parte de los lazos que me unen a la comunidad que lo lee.
Lo que hay aquí es de todos, aunque le pueda pesar a la mafia de la SGAE, la ministra González Sinde y todos los que hacen de la cultura un negocio.
Amén. Digamos que he aprovechado para hacer una declaración de principios.

Mara dijo...

Totalmente de acuerdo.
Aplaudo su posicionamiento en un mundo en el que ya pocas personas se posicionan.
Encantada de haberme encontrado con su blog.

Un saludo.